Suspiros del Alma II - Poesía Mística

Suspiros del Alma II - Poesía Mística

Elogio a la Madre Tierra

¡OH tierra mágica, sombría creación!

Todos los signos de grandeza
manifiestas con esplendor.
Las suaves brisas acarician tus plataneras.
El cálido sol alegra tu arenisco suelo.
Tu cielo brumoso expresa imponencia.
Tus bellas criaturas alaban a Dios.

¡OH tierra mágica, sombría creación!
Aunque aparentas verdad no lo eres.
Aunque vivimos en ti, no existes.
Aunque estás viva, eres inerte.
Toda tú eres un espejismo,
un mero vislumbre del verdadero Reino de Dios.

¡OH tierra mágica, sombría creación!

Eres la inspiración de pintores y poetas,
a la vez la causa de odios con saetas.
El ciego ansía contemplar tu belleza,
el “muerto en vida” en ti su alma entera deposita.

Tú eres el campo de entrenamiento
para llegar a Dios.

 

Naturaleza

¡OH tú, naturaleza!
Bella fuente de inspiración,
mi alma de alegría llenas
al ver en ti los signos de Dios.

¡OH tú, Nefertiti de la materia!
A cuántos vida has dado,
a cuántos dejas anonadados,
a pesar de que te tratan con histeria.

Nubes, montañas, cielo y mar,
ríos cristalinos en entornos que embelesan;
melodías angelicales, sinfonías para amar,
tus dulces habitantes componen sin cesar.

Majestuosa tal como tú eres,
humilde y sumisa te dejas pisar,
generosamente materia prima nos das,
tiernamente nos amamantas con tus frutos y seres.

Y tus encantos a todos hipnotizan,
y bendita tú en donde estás;
y alabanzas tú ameritas
por haber nutrido a Bahá’u’lláh.

Loa al hombre del campo

Poblados apartados, horizontes de amor…

El alma del hombre del campo
se eleva al cielo de la renunciación;
emana radiante aquiescencia;
parece deslumbrar el brillo del sol.

Poblados apartados, horizontes de amor…

Caminando entre colinas,
respiro la santidad divina,
desde los bosques y lagunas,
la belleza de Dios me ilumina.

Estas gentes suscitan favor,
sus seres son exaltados:
Generosidad, don del dador;
el extraño es conocido;
de sus bocas suenan risas al son.

Poblados apartados, horizontes de amor…

El bullicio de los muchachos
se armoniza en una melodía,
que encanta misteriosamente al sordo,
a todo corazón puro reabastece de alegría.

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